INCURSIONES MUSICALES EN VERSALLES
Por: Santiago Ceballos Gallo
¡Que la viva la música!, es una novela novedosamente centrada en la iniciación a un mundo sin restricciones y desordenes juveniles que envuelven la realidad de todos aquellos que incursionan en el bajo y delicioso mundo de la música, de las drogas y del despilfarro juvenil. Esta obra, es una invitación a una fiesta sin quietud, donde su protagonista enseña las aventuras y desventuras que un individuo puede atravesar si se deja guiar por el mundo de los excesos. Que viva la música no es solo la obra que enseña las pasiones desbocadas de los seres con deseos de explorar rápidamente su entorno social; es también una obra que en el fondo de su desarrollo enseña cómo vivir acorde a las reglas de la vulnerable sociedad, pero empleando el libre albedrio que enmarca la propia personalidad de los protagonistas de la realidad.
Su autor, Luis Andrés Caicedo Estela, luego de múltiples intentos por escribir una novela que abarcara el entorno de su época, logra difundir en la cultura de los años 60 y 70 este ejemplar como la edición definitiva de tan prodigiosa novela. Nace en Santiago de Cali, Colombia, el 29 de septiembre de 1951 y muere el 4 de marzo de 1977. Fue un escritor que a pesar de su prematura muerte, logra posicionar su obra como una de las más originales de la literatura colombiana. En 1970 ganó el primer Concurso Literario de Cuento de Caracas con su obra “Los dientes de Caperucita”, lo que le abrió las puertas a un reconocimiento intelectual. En su obra ¡Que viva la música! es donde asegura que vivir más de 25 años era una vergüenza, lo que es visto por muchos como la razón principal de su suicidio el 4 de marzo de 1977 cuando tenía tan solo 25 años de edad y había recibido una copia del libro por parte de sus editores de Colcultura.
La obra de Andrés Caicedo hace relevancia a la sociedad urbana y a sus problemas sociales, principalmente con respecto al mundo actual. Cabe resaltar, que este escritor caleño muestra gran influencia por parte de autores como Julio Cortázar, Edgar Allan Poe y Mario Vargas Llosa; los cuales convergen en que rompen los modelos clásicos de escritura mediante narraciones que escapan de la linealidad temporal y donde los personajes adquieren una autonomía y una profundidad psicológica aberrante. En la relación de estos cuatro autores podemos destacar el contenido de sus obras como la frontera entre lo real y lo fantástico, y en particular una escritura basada en la percepción de la sociedad encaminada por las propias experiencias vividas.
A través de las andanzas, aventuras y desventuras, que muestra una cruda y desbastadora realidad (retomando lo que en párrafos anteriores se mencionó), Andrés Caicedo sumerge al lector en la vida de María del Carmen Huerta, una adolescente de la alta sociedad de Cali que deja la vida común a la que estaba acostumbrada, para meterse en el mundo de la rumba, la música y las drogas. Serán estos los temas que harán relevancia en tan dedicado ensayo, resaltando que esta novela como iniciación a una fiesta sin fondo, está dividida en dos paradójicas partes que se desenvolverán plácidamente en el transcurso de dicho escrito, para hacer de esta lectura una grata experiencia propia. Importante es resaltar que la joven protagonista, María del Carmen, rubia por excelencia entra en un pacto secreto e inconsciente con la muerte, la muerte dulce de las celebraciones que sucumbe hasta los más firmes cuerpos por el desgaste del trágico y desmedido devenir de la rumba.
Las celebraciones, “Que viva la música” nos da a conocer, son esos momentos efímeros de felicidad que rodean la naturaleza humana. Los paisajes, los afectos, la noche, la niñez que huye en busca de la adolescencia, el rock and roll, los Rolling Stones, la salsa, Ricardo Ray, Bobby Cruz, las drogas, Cali; estos son los sucesos que marcan con tinta fina en la vida de María del Carmen Huerta y de sus amigos en busca de identidad. Son estas celebraciones las que llevan al encuentro de una Colombia que comienza por el cielo del Norte, con su Avenida Sexta, su parque Versalles y sus parajes mágicos, hasta llegar al infierno del Sur con su caseta Panamericana, su río Pance, sus barrios más allá de Miraflores, su cordillera de los Andes y los refugios de la salsa y el sexo en los límites finales de la calle quince. Son estos los eventos en resumen, de los que se vale Andrés Caicedo para armar su novela, y nos la traduce a los lectores de esta forma para hacernos sentir orgullos, o no de la realidad de este único e irrepetible país.
Incursiones musicales en Versalles, explora un mundo de vanidades perceptibles a un ambiente de alcohol sin medida, sexo sin restricciones, muertes por la adquisición del poder y la sed de venganza, música que despierta los más bajos deseos de lubricar al mundo con pasiones de desorden, satisfacción de las necesidades superficiales más locas de la juventud, y lleva a conocer el desorientado sistema de la vida cuando no se quiere otra cosa que hacer de la propia existencia un retrato de los sombríos instintos que invaden las mentes más sensibles de las personas con falta de afecto y pertenencia para con sus propias vidas; debido no a la falta de oportunidades, sino al ambiente hostil, frio y desamparado que la sociedad cada vez más quiere absorber.
No es cuestión de resaltar los temas más burdos y siniestros de la desconsoladora realidad, también es de destacar los excitantes momentos que una buena compañía afectiva causa y la reacción positiva que la música genera en el cuerpo de todos aquellos que se dejan tocar y envolver confiadamente por dicho fenómeno transformador del pensamiento y del actuar cuando se llega al extremo de adoptar la música como un estilo propio y único de vida. El dejarse dominar por este prodigio sin fondo de las desproporciones, trae gran satisfacción y en cierta forma llena de emoción y tranquilidad a todo aquel que se deja atrapar por el infinito caudal musical y social incluyendo a pesar de todo, sus mundanas aberraciones. Es en este lapso de lo bueno y lo malo en el que se desenvuelve la trama de tan apasionantes y perdidas vidas terrenales.
En el transcurso de la historia prima la cultura musical de los Rolling Stones y el Rock and´roll como la primera etapa de descenso a lo bajo. Cuando se logra conocer lo deslumbrante de este mundo se consigue avanzar hasta el punto de adentrarse y apropiarse del género musical representativo de Cali la “Salsa” como el ítem que marcará el desenlace de tan asombrosa obra.
Para entender este turbio mundo de las incursiones musicales, se debe estar dispuesto a comprender sin temores ni tabús los más rudimentarios sistemas de pensamientos, accediendo por ende a concebir una mentalidad abierta a todo aquello que pueda causar desagrado o que parezca escandaloso ante los ojos de una sociedad poco rica culturalmente y que por lo general reprime las diversas formas de actuar. Se necesita de oídos y mente que no censuren la personalidad por mas diferente que parezca.
El mayor sueño por realizar, sería tal vez el descubrir un país lleno de magia, irrepetible y fabulosamente plausible en el cual habitar en armonía y en completa libertad sin limitaciones y temores de circular por él, gritando y cantando a los cuatro vientos que se es libre y que se ama la vida que se tiene. Ese país está más cerca de lo que se piensa: es Colombia, la grande, la única e inigualable ante los ojos del poderoso panorama económico, social y cultural que desea abarcar a como dé lugar la majestad que Colombia entraña. No viene al caso hacer relevancia a estos burdos países con sistemas globales de poder, lo que se desea es dar a conocer el panorama colombiano que encamina al placentero disfrute de los desordenes de la juventud.
Es fácil pensar cuando se es joven que la vida es tan solo un momento para disfrutar sin pensar en las circunstancias venideras. Actuar por actuar sin mérito alguno, puede ser tal vez la acción más descabellada a la que se acuda en esta etapa. Cuando se tiene en las manos la jubilosa vivacidad de la adolescencia, se suele con frecuencia hacer las cosas a la deriva, sin temores, arriesgar todo por nada, y en muchas ocasiones abandonar aquello que se creía tan propio de sí mismo; pensamiento liberal de la obstinada rebeldía.
Se ha pensado muchas veces que incurrir en el mundo de las fantásticas evocaciones musicales con vínculos afectivos tan amplios, grupos consolidados de amigos y con una personalidad casi que definida por lo que se quiere aparentar, por decirlo de algún modo, predomina en personas que haciendo uso casi que inadecuado de sus facultades juveniles, desean llegar a la cima de lo más alto en el bajo mundo de la perversión musical con un toque libidinal en el sentido intencionado de su palabra; buscando por ende entrar en lo que considerarían la verdadera felicidad.
Muchos de ellos han entrado en tan deslumbrante panorama, sintiendo tener todo un conjunto de satisfacciones personales que sacian sus más íntimos deseos, no solo representados en su realidad juvenil, sino también en sus pensamientos más profundos guardados parcialmente para ser detonados en cuanto se crea tener control de las propias acciones, evidenciando con desenfreno y voraz sentimiento de posesión aquello mundano que los rodea.
A la cabeza de la deliberada cultura musical que eclipsaba a Cali en las décadas de los 60 y 70, entra de forma penetrante la rubia María del Carmen Huerta, más rubia que el sol y tan blanca que su delicada piel encandilaba a todo hombre que la mirara con ojos de deseo. Antes de que la sociedad arroyara con su inocente juventud, la delicada y elitista dueña de los rebeldes corazones de los hombres que más tarde conocería, vivía pacíficamente en su hogar, estudiando dedicadamente y preocupada en miles de cosas menos en lo que enmarcaría su final destino: las incursiones en el mundo musical; no como una artista más, sino como la mujer enérgica, deslumbrante e impetuosa de todas las fiestas y encuentros que sus drogadictos amigos, día tras día presenciaban vivamente. Fue el placer de salir de la rutina y el conocer más sobre la ostentación de la música lo que llevó a María del Carmen a entrar en la nueva ola de las incursiones musicales, que por ese entonces impregnaba de emoción y de nuevo aire a todos aquellos que se dejaban guiar por la vida del desorden y del desequilibrio moral.
La belleza que cualquier mujer logra reflejar marca en absoluto el dominio que ella puede adquirir sobre un hombre, sin embargo, es la mujer que posee una arrolladora personalidad la que logra transmitir no solo dominio de los hombres sino también dominio sobre sí misma llegando así a reflejar una concepción única, diferente y relevante de su entorno, entorno que lo pone a sus pies, lo hace solo suyo, sucumbe en él y lo interioriza para subir y permanecer en la cúspide de la efímera gloria de la libertad.
Se suele en ocasiones imitar personas cercanas o con las que se comparten gustos y problemáticas similares, ya que en ellos también se refleja una vivencia propia de la naturaleza humana. Así pues, entra a la vida de la hermosa rubia, la figura de una mujer dominante, cargada de experiencia y de historias que fueron el punto de partida para que María del Carmen basara su nueva vida e hiciera que su personalidad girara en torno a Mariángela; aquella mujer que miraba de medio costado en las noches que bailaba sola y no permitía que nadie se le acercara. Era Mariángela, la mujer que con furia bailaba y que hacía de su cuerpo y de la música un solo elemento, el otro punto de apoyo para que María del Carmen se sintiera atraída por el fantástico bullicio de la noche. “Era la furia que tenia adentro la que respondía al ritmo”, lo que hizo que esta adolescente recogiera de su compañera, para ser ella la sucesora del frenético mundo de Mariángela, y convertirse; en el día en la reina del desorden y en la noche en la reina de la lujuria que la música impregnaba en su ser.
Empezar un buen proyecto no es fácil, pero incursionar en el mundo de los placeres es más fácil de lo que se piense, es tan solo poner en contacto al individuo con su medio y dejarlo a la deriva, para que la persona cambie por completo la percepción que tenía antes de su vida, de su entorno y de las personas cercanas a él. Mas aun, cuando se deja que la sociedad roce a la persona con sus más turbios elementos se crea un clima de sombra poco visible en la primera apariencia. Estos elementos que sesgan la pureza del alma son los que en la actualidad arrasan con la inocencia de cientos de jóvenes que empiezan su vano mundo, el explorar su vivacidad y desgastar al límite sus energías probando y arriesgando toda su juventud por un momento de felicidad. Claro está, que no se puede generalizar todas las formas de vivir de las personas (que valga la aclaración), pero lo que muy comúnmente se ve, es el sinsabor que provoca la rumba y el alcohol luego de salir de este pequeño pero encandecido mundito.
Lo importante es destacar la inclemente y desbastadora realidad en la que se sumergen las personas cuando incursionan en las peripecias, acontecimientos y adversidades, cambiado por completo un estilo de vida clasicista y en orden para penetrar en las rumbas, el sexo, las drogas y la música; estos son los elementos que invaden el medio. Leer la metafórica vida del desenfreno implica aceptar la invitación a una fiesta sin espera y dejarse llevar por los excesos que el fondo de esta lleva a conocer.
En el ansiado entorno de Cali en el que María del Carmen desarrolla su vida, se aprecia como los bellos y maravillosos paisajes de la sucursal, permean a la juventud de la manera expuesta en los dos párrafos anteriores. Se evidencia en la voraz vida que la rubia adoptó, cómo la noche cómplice de los más descabellados acontecimientos, se apodera de la vida de esta mujer de clase alta, comprobando que no solo el dinero les brinda felicidad a las personas, llevándolos muchas veces a recurrir a medios más vulnerables para saciar sus necesidades personales, necesidades o vacíos que una familia tal vez no pueda llenar con simple dinero, puesto que, el afecto, el calor filial y el amor de una madre son fundamentales para la formación integral de todo individuo y para hacerlo sentir, en cierto modo; humano, al ser que está en la familia y que desea más que materialidad.
Es por ello que pretender encontrar medios para alivianar las cargas emocionales y los vacios que la familia deja en el hombre se hacen tan fáciles y tan comunes. María del Carmen encuentra en la rumba un ambiente familiar que la lleva de la mano por el sendero de la felicidad, estando en este nocturno mundo sacia sus vacios con las drogas y el alcohol, junto a su más fiel amigo Ricardito “el miserable” como le solía llamar, encuentra en la cocaína y en la marihuana el medio más eficaz para escapar de la realidad que los azota sin remordimiento. Entran en un estado de solemnidad al probar tan eminente droga, como la denominaban en sus propias expresiones, que terminan haciendo de ésta el pan de cada mañana y la cena de todas sus no tan sombrías noches. Como decía la hermosa rubia: “cocaína era la cosa que me traían. Me estremecía, como maluca y con ansia, pero que trae como cambio la excitación”. Era mucho más fácil para esta enérgica y tan pretendida mujer, tener sexo con uno o varios hombres a la vez, como en el caso de los tres voleibolistas, con los que en tan solo una tarde de haberse conocido con ellos tiene sexo en las profundidades del cerro; en estado de aturdecimiento por el efecto de las drogas y del alcohol, que simplemente acotarse por placer y por efectos de las feromonas; pero no, ella buscaba refugio en lo que más allá de la música y de la rumba se puede encontrar.
Estando en el vaivén de los bellos parajes de Versalles es común buscar satisfacer el ego intelectual, pues quien no se quedaría atónito con tan maravilloso panorama, quien no desearía escribir un largo poema a tan asombroso lugar, quien no se dejaría extasiar por el encanto que los frondosos árboles y que el cálido ambiente de Versalles proporciona a todos aquellos que incursionan en su natural entorno. María del Carmen, no solo deseaba pasarla bien con sus amigos, fumar y beber no eran su único fin, más allá de lo que a simple vista la esplendorosa mujer presentaba era un cierto grado de conquista por el verdadero sentido de la música, cómo y por qué la música es el medio más perfecto para sentirse bien, cómo la música vuelve loca a las personas y cómo la música hace que todos los individuos se estremezcan, gocen y se sacian al cantar, musitar y hasta profundizar en las raíces de tan detonable fenómeno que altera hasta las más celebres mentes del planeta. Es en este último enunciado en el que la protagonista del libro de Andrés Caicedo quería llegar, pero sin darse cuenta la absorbió el mundo del vano placer, la absorbió la sociedad, sus amigos de todas partes del mundo. Ya que a la sucursal llegaba todo tipo de extranjeros en busca de emociones, mujeres, drogas y de la censurada música rock. Lo que en realidad quería María del Carmen era sentirse completamente importante al lado de todos aquellos que sí sabían de verdadera música, ser ella una conspiradora más de las estrategias musicales, ser ella la dueña de las más fiables melodías y ser desde su fondo, como lo quería en verdad, la intelectual mujer que conoce y que se apodera de los distintos sentimientos que una buena canción produce en todos los mecanismos humanos.
Pero no era tan fácil ser la más intelectual y comprensible mujer de los temas melódicos que atraían la fama, no era solo cuestión de escuchar a sus amigos músicos, no era solo preguntar y buscar en su colaborador “el miserable” la traducción literal de lo que las canciones decían para saber más de lo que no sabía, no solo era confabularse con este mundo, se necesitaba algo más. La educación permanente fue el campo que a esta mujer le hizo falta para comprender no solo el mundo del arte sino también para comprender su propia vida y la vida de sus compañeros de rumba. Adquirió dominio de diversos temas, pero no le fue suficiente para conocer a profundidad como hacían sus extranjeros amigos próceres de la música para entonar a toda voz las letras que les salían del alma y del corazón. Solo así, en incursionar en la frenética noche, descubre la superficialidad del sosiego. Esta insaciable mujer que era una fanática de la noche y como en sus propias palabras se describe era una “nochera”, nunca logró saciar su sed de superación.
La vida no es color de rosa y no consta solo de disfrutar y de sentirse bien por momentos. El universo conspira para que la vida sea dura y dura en el sentido de que de las experiencias deben marcar con dolor a todas las personas para que aprendan y mejoren evitando así el retorno a los mismos errores. La vida de la ya no tan inocente rubia, se marcó con sangre, con la sangre de sus amigos, del hombre que amaba y que la había hecho mujer, con el suicidio de su mejor amiga quien la llevó a conocer su mundo; Mariángela, y el trágico evento de locura que sufrió su eterno enamorado; Ricardito. Fueron muchos los sucesos traumáticos de fácil superación los que influyeron en la adolescencia de esta mujer para que adoptara la personalidad detonante de la noche.
Ir y volver de un lado a otro, era el estado actual de esta mujer, pasaba días enteros en la calle o en la casa de sus amigos; tomando, fumando y bailando sin control. Asimilaba la realidad que la envolvió y la transformó en las sutiles rumbas eternas, era la más popular y deseada de la ciudad, no había quien se resistiera a su belleza enloquecedora y a su extrovertida personalidad. Amaba su cabello y lo hacía relucir como el centro de atracción a donde llegara, lo caracterizaba como al sol y en casos en los que se le opacaba, simplemente decía: “paso de oro a ceniza”. Amaba los colores vivos que la hacían sentir más enérgica y la llenaban de sensualidad con el roce de la música, ya su destino estaba formulado por la música, solo por ella y para ella. “La música es la labor de un espíritu generoso que con esfuerzo o no, reúne nuestras fuerzas primitivas y nos las ofrece, no para que las recobremos: para dejarnos constancia de que allí todavía andan, las pobrecitas, y que yo les hago falta. Yo soy la fragmentación. La música es cada uno de esos pedacitos que antes tuve en mí y los fui desprendiendo al azar. Yo estoy ante una cosa y pienso en miles. La música es la solución a lo que yo no enfrento, mientras pierdo el tiempo mirándola las cosas que ya no entiendo. La música es también, recobrar, el tiempo que yo pierdo”. Palabras propias que María del Carmen penetró en su alma.
La llevó de la mano por el pesado fenómeno del Rock and Roll, que con tan solo oírlo le mete cosas raras a las personas en la cabeza, con ese chirrido, con ese coro bien cantado, con mucha perfección técnica y luego ese silencio y ese encierro fue lo que ocasionó en María del Carmen un desagrado por esta música en especial. Leopoldo, este era el nombre de su novio, no hacía otra cosa que presentarle amigos fascinantes que llegaban de Estados Unidos a los cuales se les daba la bienvenida con grandes rumbas. Todos juntos oían música las 24 horas bajo los efectos de la cocaína que evitaba el sueño, pero una droga más llegó a manos de estos libertinos jóvenes; los ácidos, como nuevos narcóticos que esos gringos implementaron para energizar sus mentes y cuerpos. Pero para esta mujer no era suficiente este espectáculo de las calles del Norte, los mismos sonidos vagos y ya sin sentido, ella quería algo más, algo que le produjera más placer, más emoción y más ganas de bailar y no solo la monotonía de estar cerca a esos hombres y su tediosa música.
Gracias a esos pensamientos, María del Carmen abrió sus oídos a nuevos acordes, los oía tan duro a los lejos que casi se podría decir que la llamaban a profundos gritos. Era el Sur, de donde venía la música, esos deslumbrantes sonidos que hicieron que esta joven caminara deprisa y sin mirar hacia atrás con pasos firmes y largos. Llegó a los parajes del Sur y encontró un ritmo diferente, una música que se baila en la punta de los pies y que tiene como paso clave unos pequeños brincos. Quedó extasiada con tan único baile en pareja, y halló en la “salsa” una opción más de vida. Puesto que una mera sensación de bienestar no alcanza para triunfar en la vida, hace falta ambición y empeño y no solo resignación a lo que se cree tener.
De allí en adelante el Norte fue para ella una contaminada y marchita tierra ya explorada. Solo quería Salsa y más Salsa. Incursionó de una manera tan violenta en este mundo que no se dio cuente en qué momento se dejo absorber de una forma tan drástica por la evocación que le producía el sonar de la música propia de la sucursal del cielo. “Colombia esta es tu música, que quiere imponer hasta la miseria por el hecho de ser autóctona”. Ahora más que nunca el ajetreo y el desorden se hizo el amo de la vida de María del Carmen, quien permanecía despierta con tal de disfrutar de las evocaciones musicales que el deslumbrante y terrible Sur le inspiraba. Hay que gozar de la vida ahora que se es joven y se tiene tiempo, ya después llegara la muerte; es la ley de la existencia y nadie la cambiará. Pero se quedó sola en ese mundo, sin darse cuenta de que la vida se debe disfrutar por pequeñas cantidades sin apresurarse al devenir.
Su vida se tornó completamente gris, ya no era la joven dulce reina de la noche, ya no era la mujer que imperaba y dominaba con su presencia; era tan solo una más del montón, que debía buscar trabajo para poder vivir y conseguir el alimento diario. Fue así, que nuevamente toma un giro de 360° la vida de la protagonista. Ya su rol de diva de la noche pasó a ser el de la diva de los prostíbulos, tristemente se evidencia como una vida tan llena de satisfacciones y dinero puede pasar a tan bajos estados y todo por seguir inmerso en el mundo de los excesos y del desorden. La búsqueda del placer no se debe desorientar por los caminos del desequilibrio moral. Pero aun así, seguía siendo la mujer más rumbera y popular por su feroz forma de bailar.
Aunque se tornó oscura su historia, seguirán hablando de ella en las calles de Versalles como la rubia con porte distinguido que siempre mira de frente, pero que jamás hace preguntas; hablaran de ella como la mona con aires de princesa que estaba loca, pero loca por la música. Ahora María del Carmen Huerta solo desea hablar desde su experiencia, y ya como buena comensal despilfarra sus frases célebres para todo aquel que necesita ayuda y orientación para vivir en la ciudad de la eterna música voraz.
Se ha pensado muchas veces que incurrir en el mundo de las fantásticas evocaciones musicales con vínculos afectivos tan amplios, grupos consolidados de amigos y con una personalidad casi que definida por lo que se quiere aparentar, por decirlo de algún modo, predomina en personas que haciendo uso casi que inadecuado de sus facultades juveniles, desean llegar a la cima de lo más alto en el bajo mundo de la perversión musical con un toque libidinal en el sentido intencionado de su palabra; buscando por ende entrar en lo que considerarían la verdadera felicidad. Felicidad y libertad no es vivir tan despilfarradamente como lo hacia nuestra querida protagonista, la rubia que probaba cuanto en su camino se le atravesaba, y se sentía la dueña de las fiestas y de la noche. Ella concibió su estilo de vida como el más propicio para complacerse a sí misma y a las personas que la rodeaban. La “siempreviva”, como se bautizó ella misma nunca sintió vergüenza de su vida, si no hubiera experimentado todo aquello que la marcó tal vez hubiera sido una escuálida alma perdida si cabuyas por la selva.
La rumba, el sexo, las drogas y la “buena música”, no son lo primordial para disfrutar en el terreno de la banalidad humana, se debe contemplar inconmovible todo fundamento, conocer la maldad pero salir ilesos de allí, conocer el bien y practicarlo, rodar todos juntos del mismo brazo y ensayar los riesgos, practicar el miedo y vivir acorde a la naturaleza propia de cada uno sin perturbar la esporádica existencia de otros seres; concentrarse en uno mismo es clave de tan infortunio incursionar a la perversión musical. La música es la fuente de grandes satisfacciones, es el elixir de la buena energía y recarga a toda alma de emoción.
Para no terminar con una triste decepción existencial, se hace necesario también conocer y abarcar todos los fenómenos que se puedan presentar a diario, si temor de vivir el momento y correr sigilosamente todos los riesgos habidos y por haber en este complejo mundo. No se trata de reprimir los acontecimientos que son desconocidos para el individuo, lo que se desea es que después de conocer la vida de esta fantástica mujer; se adquiera una mentalidad más abierta y decidida a explorar el convergente sistema que el planeta encierra en sus misterios más profundos. No hay nada más satisfactorio que decir en un momento dado de la vida: puedo morir en paz porque he vivido sin temor todos los sucesos que marcaron mi existir.
Nunca sienta que está satisfecho completamente, es necesario no perder la vista, es necesario soñar para no perder el horizonte y es necesario controlar los impulsos que inhiben la acción hacia el compromiso de satisfacción para con usted mismo. Si se siente identificado con la vida de María del Carmen huerta, disfrute de todos los acontecimientos que se le presenten pero ante todo cuide su identidad moral y su propia dignidad, para que al final de su emoción no se defraude a usted mismo ni defraude a las personas que te quieren de verdad.
Concluyo con la frase que la misma protagonista dirigió a todos sus sucesores y que encierra de forma explícita su transcurso por las incursiones musicales: “Tú enrúmbate y después derrúmbate. Échale de todo a la olla que producirá la Salsa de tu confusión”.
BIBLIOGRAFÍA
-LIBRO: ¡Que viva la música!
Autor: Andrés Caicedo – 1977.
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